PEDRO Y SUS FABULOSOS OCHENTAS
También es gracias a artistas como Pedro Almodóvar que podemos hacernos una idea de la increíble cuna de energías opuestas y muchas veces contradictorias que debió ser la España de principios de los ochenta. "Entre tinieblas", una película disparatada, divertida, dramática, única en su género, fue realizada en 1983, pocos años después del final del franquismo, conocido, entre otras cosas, por su catolicismo extremo. Incluso el cine durante el franquismo fue, como siempre sucede en las garras de las dictaduras, un espejo de las ideas de poder. Piensen en películas como "Marcelino pan y vino" y tal vez las redescubran, antes de aventurarse en la asombrosa experiencia de esta pura y dura historia almodovariana.
Yolanda, la protagonista, interpretada por la talentosa Cristina Sánchez Pascual, es una cantante que decide retirarse a un convento para procesar la muerte de su novio, ocurrida por una sobredosis. Convencida de haber elegido un camino de aislamiento, paz y silencio, se encuentra en cambio catapultada a una dimensión excéntrica y sorprendente, entre las pasiones y extravagancias de las redentoras humilladas, buscando desesperadamente, cada una a su manera, una escapatoria de su la propia reclusión: Sor Estiercol, autodestructiva y ávida consumidora de LSD, a través de cuyos ojos psicodélicos se nos suele contar la historia, con imágenes solarizadas que son una pequeña obra maestra para la época; Sor Rata de Callejón, que incursiona en la escritura de novelas eróticas; Sor Perdida (la espléndida Carmen Maura) que cuida a un tigre como si fuera un buen gatito de salón. Finalmente la Madre Superiora, la intensa e inolvidable Julieta Serrano, pronto enamorada de Jolanda y de ella en el lúgubre lecho de la heroína, que intenta enriquecerse intentando oscuros tráficos y tejiendo redes muy sórdidas para fines muy contradictorios.
Yolanda se queda en la habitación de Virginia, una joven redimida hija de un rico marqués, que tras optar por trabajar en una misión africana, muere en boca de unos caníbales. En esta anécdota el genio de Almodóvar –recordemos, estamos a principios de los ochenta– es más magistral que nunca, un destello amarillo ácido en un cielo invernal. Huye del cliché, de los bienhechores, de la hipocresía católica que hasta unos años antes había dominado la cultura media española y que seguro que todavía la calaba profundamente, dándonos la imagen de una heroína burlada porque probablemente fue coaccionada e insincera. Ninguna piedad para los hipócritas, ninguna para aquellos que actúan impulsados ??únicamente por un sentimiento de culpa.
La naturaleza aplasta el dogma y gobierna como una zarpa feroz, cuando y como quiere. Esto parece susurrarlo Almodóvar en cada primer plano de esta película. Sin embargo, será gracias a la historia y a la familia de esta hermana perdida en las fauces del negro (!) que Jolanda encontrará el camino para su nueva y personalísima redención, a años luz de la celda de clausura. Habrá pocos espectadores que no se emocionen con la escena de la fiesta final, durante la cual Jolanda canta la hermosa "Sali porque salì" arrastrando a todos los presentes en su hipérbole liberadora tan sinceramente carnal y sincera, que en un instante puede romper un corazón codicioso y ciego.
("Entre tinieblas", Pedro Almodóvar, 1983).